"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

jueves, 31 de octubre de 2013

"El gatopardo" o una bella historia, literaria.

Siempre que leo una novela maravillosamente narrada, situada en un convulso ambiente histórico, con ritmo, ironía y hermosas figuras literarias me pregunto, por qué no utilizaremos los grandes clásicos para explicar la historia. No me refiero ni a Noah Gordon, Ken Follet ni Matilde Asensi, que tienen menos de literario y mucho de confusión (con todos mis respeto para alguien que escribe una novela de 500 páginas), sino a Tostoi, Stendhal o Galdós; autores que sitúan una historia humana, profunda y hermosa en un marco histórico perfectamente urdido entorno a una realidad más auténtica que la que encontramos en numerosos manuales; y realizadas a través del arte de la escritura. Sí, sí, ARTE, porque narrar, emplear el lenguaje literarios, es un disciplina artística y no un trámite.
Una novela que reúne todos estos requisitos es "El gatopardo" de Tomás di Lampedusa. Ambientada en una época convulsa (cómo se lleva este término), especialmente convulsa, donde uno pertenecía a su pueblo y poco más conocía; donde se fraguaba a través de armas o colores de camisas uniones en naciones o separaciones y donde una opinión en contra podía significar ser alguien un instante para que después en el transcurso de una semana significara la muerte. En la Italia profunda, Sicilia, en el siglo confuso, XIX, y los tiempos de cambio, sobretodo para un Noble, se desarrolla esta recomendable novela.
Asistimos a los últimos días del Príncipe de Salina. La clásica aristocracia se tambalea ante el empuje de los nuevos ricos, plebeyos bien situados durante los cambios políticos. Nuestro príncipe, un enorme Gatopardo, consciente de ser el último de una dinastía, de un linaje, ve con hermosa melancolía como todo cambia tan rápido que ya no tiene ganas de alcanzarlo. En una fiesta, en un triste fiesta, contempla su final con resignación. Su final vital, humano, y todo lo que él representa, en el último acto de un grande.
Un noble mujeriego, tirano con los suyos, amante de la caza (rasgos todos ellos que podríamos imaginar) pero también amante de las matemáticas, astrología y un hombre profundo que reflexiona con crueldad sobre su existencia. El "Tiazo"  que así le llama su sobrino, su alter ego, es un personaje con mucho relieve, mágnificamente trazado por el autor, y que produce en el lector una atracción similar al del resto de protagonistas de la novela.
Junto a todo esto, la única novela del autor, una novela que estuvo prácticamente escribiendo toda su vida para darle forma en sus años finales, destila una elegancia propia de una aristocracia trasnochada, un estilo elegante y una prosa ágilmente hermosa.
Novela para deleitarnos conociendo la historia de Italia.


martes, 1 de octubre de 2013

"Los expulsados de Poker-Flat"

Rebuscando hace unos días en una vieja biblioteca escolar alguna rareza o edición olvidada  (las bibliotecas escolares por su inmovilidad o por su condición de especie en extinción son el lugar adecuado para encontrar restos arqueológicos de gran valor, como el cráneo de un Erectus), descubrí un libro de relatos sobre el viejo oeste publicado en 1972, con grandes autores clásicos y algunos relatos míticos.
Juan Teba, quien prologa esta antología en una magnífica introducción, nos espanta los fantasmas que envuelven los relatos del western. Porque si bien es cierto que el séptimo arte ha profundizado con calidad en personajes e historias sobre el oeste, la literatura se ha caracterizado en esta temática farwest por folletines carentes de originalidad y relatos tipo propios de una literatura menor.
En cambio, esta recopilación apuesta por relatos cuyo marco general es el oeste pero con una calidad inherente a literatos de la calidad de Dickens, cuyo cuento es menor que su literatura y de los demás relatos, Twain o O´Henry, y recurre a historias míticas como "La hoguera", de Jack London o el relato de Francis Bret Harte que hoy nos ocupa "Los expulsados de Poker-Flat".
Hace años leí este relato en la magnífica recopilación del cuento literario norteamericano realizado por Richard Ford y, por leer durante meses tantos cuentos literarios abrumadores por su calidad o por mi falta de competencia, pasó ante mis ojos desapercibidos esta pequeña joya. No le degusté y si bien es cierto que me pareció correcto y triste, no produjo en mí el eco que al leerlo ahora me ha provocado.
Es una historia que cuenta el descenso a los infiernos de unos relegados, de unos expulsados, de una ciudad llamada Poker-Flat, que apenas se sabe nada de ella, salvo que un día se levanta con ánimo de desterrar personas poco gratas y que está rodeada de terribles montañas. Así huyen por un desfiladero, sin apenas víveres,  un tranquilo jugador de cartas, dos mujeres que se dedicaban profesionalmente al sexo y un borracho. Al cabo de unos días, deciden no continuar -por desidia, por falta de ilusión vital- y se instalan en un cortado a la espera de no se sabe muy bien qué, pero con el invierno susurrando su llegada. Además, a los pocos días se juntan una pareja de inocentes jóvenes que se unen al malogrado grupo. Todo refulge una tristeza, una inminente tragedia (identificada con el cruel invierno) y todo a partir de aquí empeora.
El relato no se apiada de los relegados, pero tiene la grandeza de que nos identificamos con ellos. Viven un descenso a los infiernos sin ser culpables, sólo han vivido lo que les ha tocado y su final es una consecuencia lógica, dramática, pero lógica de una vida de perdedores.
Es un relato hermoso, de pequeños gestos de enorme humanidad, pero también de acciones ruines, que conforman un escrito redondo, injusto, y que recoge, a pesar de ser tan breve, un personaje literario de los grandes como es el jugador profesional John Oakhurst que sólo "topó con una racha de mala suerte y devolvió  sus naipes".