"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

"El ciclista" de Tim Krabbé.

Un deporte tan mítico se merecía una novela a la altura, y Krabbé lo consigue
"El ciclista", novela de culto desde su publicación en los 70,  nos habla de una carrera; más concretamente de una carrera especial, no por su transcendencia o notoriedad sino por todo lo que produce en su protagonista, un héroe anónimo repleto de mediocre ambición e inseguridades, que además desea ganarla.
Es probable que nadie fuera de Francia conozca esta carrera, ni siquiera los franceses que no sean aficionados al ciclismo hayan oído hablar de ella; en cambio, para el protagonista es su Annapurna particular (citando al mítico alpinista Maurice Herzog), su hazaña más gloriosa, como la que cada uno de nosotros creamos para hacer la vida más apasionante. Lo cual convierte este pequeña obra maestra literaria en un referente no sólo para la literatura deportiva (si esta condición existe) sino para nuestros amigos fulgorianos.
Novela mítica pero inédita en España hasta hace dos años narra de manera directa,  dentro de la misma, una carrera semiprofesional, el Tour de Mont Aigoual.
Krabbé, ciclista amateur, deportista aficionado,  logra transmitirnos los miedos, inseguridades, anhelos profundos de hombres desconocidos, que sufren lesiones eternas por acabar un reto particular y fracasos continuos, basándose en sus propias experiencias.
La narración se equilibra entorno a dos líneas argumentales: la propia carrera que el protagonista realiza y momentos exquisitos, apasionados y míticos, que tanto abundan en el ciclismo y que se van intercalando durante la historia de disputa de la prueba.
La narración nos introduce en los pormenores de una carrera amateur como cualquiera que se celebra en nuestras ciudades ya sea corriendo o en bici, con personajes que son sombras y no nombres, cargados de nervios a pesar de no competir más que contra uno mismo; con las inseguridades propias de atletas de barrio que, por mas que no se juegan nada, no son capaces de abandonar los miedos y que sospechan de todos los que aparentemente pueden correr más que uno.
Novela de estilo directo, como buen ciclista, eficaz, economizando medios, para no malgastar, como un maratoniano, Krabbé nos hace vibrar y lo hace mostrando la esencia del deporte. No, no es sólo deporte, es la razón por la que acabamos un maratón aunque no podamos sentarnos en siete días, en subir una montaña aunque nos duela el alma al regresar, el que seamos capaces de levantarnos un domingo a las 7 de la mañana con frío y lluvia para montar en bicicleta dos horas y regresar a casa antes de que la familia se levante.
Es la novela que rinde culto a los vulgares,  irreconocibles, a las  personas que intentan apasionar su vida con su superación y que no piden nada a cambio, más que el triunfo contra uno mismo.

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