"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

martes, 11 de marzo de 2014

John Updike, la mirada de la mediocridad.

No hace falta escribir historias grandiosas en lugares míticos para ser escritor; no hay que formalizar el relato en la decadencia de un imperio o en la construcción durante siglos de una gran catedral para darle notoriedad; una buena novela, no lo es, por narrar tragedias mayúsculas de proporciones bíblicas. Se puede ser, y Updike lo es, un gran escritor fijándose en pequeños detalles cotidianos de la vida vulgar, sin llamativos envoltorios o exóticos marcos literarios.
John Updike plasma como nadie las vidas anodinas, habituales, de personajes como la mayoría de nosotros, que viven hermosos momentos anónimos, para nosotros grandiosos y únicos aunque con nuestra muerte nadie los llegue a recordar, y tragedias calladas pero de un calado tal como una masacre. Updike se fija en detalles, que para la mayoría de los humanos pasan inadvertidos, aparentemente inofensivos pero que en determinadas circunstancias son capaces de golpear una tecla de tu alma para tañer en tu existencia como si un terremoto fuera. Obsesiones irracionales irrisorias, encuentros patéticos cargados de añoranza aunque vacíos de verdad, vidas normales sin portadas, ni cámaras; excéntricas mediocridades que si nuestros vecinos supieran nos avergonzarían o sueños infantiles impronunciables, son la chispa, la excusa, con la que Updike articula sus cultos chascarrillos.
En este contexto, John Updike se mueve con gran ritmo y prestancia, y es capaz desde la primera línea crear una complicidad con los protagonistas que te hará sentirte identificado con sus miserias. A pesar de que es más que probable que nada te una con esas historias, ni su lugar,   ni su época, ni sus situaciones personales, en cambio te harán recordar aspectos olvidados, innombrables de tu vida que te harán sonreír o entristecer.
Pocos autores se mueven en estos registros, y menos aún que consigan mantenerte unido a sus historias hasta el final.
Upidke es conocido por su tetralogía de Harry "conejo" Angstrom y por numerosos cuentos literarios que siempre aparecen dispersos en diversas recopilaciones sobre el relato breve. Pero en castellano, es complicado obtener una colección de cuentos del escritor de Pennsylvania. De hecho, tan sólo conozco dos "Lo que queda por vivir" y la que acabo de leer, que además viene encabezada su título por una coda de  "Conejo", "Conejo en el recuerdo y otras historias". Sin duda me quedo con otras historias, cuentos como "Las mujeres que nos han dejado", "Mi padre al borde del descrédito" o "Los gatos".
Retratos humanos reales, sin añadidos, pero cargados de patética humanidad.

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