Cuando lees al escritor de
Alburquerque (Badajoz) percibes ese artificio macabro, humorístico incluso
cínico que son sus obras literarias. Sus personajes siempre juegan a imaginar,
a vivir otras vidas. Una fugaz reflexión, un destello irreal por la mente de un
personaje se convierte en su modus
vivendi y crea un universo irreal donde abundan las paradojas, los desafíos
alocados y las vidas vacías. Para los protagonistas de Landero este juego no es
más que una consecuencia de algo que debía de suceder. Si en “Juegos de la edad tardía”, su novela más
conocida, el bueno de Gregorio crea a Faroni un personaje tan lejano a su vida,
tan diferente, que tendrá que elegir entre ese fantasioso doble y él mismo, en “Absolución” un paseo intrascendente le
lleva a un altercado que descalabra su plácida realidad formada por un trabajo
estable, una boda inminente, y unas personas que te adoran. Su protagonista
quiere más, aunque no sabe qué, tal vez le lleve al sinsentido pero sin remediarlo
necesita vivir otra vida que le redima de
sí mismo. Todo esto acompañado de un irónico humor y unos personajes
curiosamente auténticos a pesar de ser estrafalarios.
Sin duda, Landero es uno de los
escritores actuales más imaginativo y sorprendente. Además de ser un provocador
capaz, utilizando siempre un ritmo magistral (más acertado en esta última
novela que en “Juegos de la edad tardía” que en ocasiones abrumaba y se ralentizaba
en exceso), de doblar y doblar la
realidad para suscitar, con ese humor inquietante que en ocasiones puede llegar
a angustiar, la reflexión. Enorme.
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